miércoles, 26 de octubre de 2011

Lider de primera división

Cientos dos años de existencia, es decir algo más de un siglo cavando trincheras a pico y pala en las distintas estructuras del balompié español, dan para mucho. El Levante a lo largo de esta prolongada secuencia ha vivido muchos momentos peleando a la contra, ha recibido el impacto de infinidad de golpes que le han curtido como institución, ha sobrevivido a las crisis financieras y sociales más caóticas y funestas, agarrándose a la vida cuando todo parecía concatenarse en su contra cual funambulista moviéndose por la cuerda floja. Sus afligidos estamentos han vertido lágrimas de pesadumbre y emoción con sus movimientos en el interior del campo, han sufrido vaivenes coleccionando ascensos e infinidad de descensos, han sentido el yugo de la desesperanza y la presión que genera el miedo a lo desconocido porque en muchos instantes de su vida atisbar el futuro más cercano parecía una aventura. Ese equipo conquistó en la noche del domingo 23 de octubre, cuando la jornada del lunes comenzaba a clarear, el liderato de la clasificación en Primera División.

Sus seguidores tienen motivos más que sobrados para sentir el orgullo y el latido de un colectivo osado y titánico en su lucha que parece vulnerar las leyes de la física cuántica con el balón en los pies. Ocho jornadas después del arranque de la competición, el rastro y la bandera del Levante aparecen ondeando en el pico más alto de la clasificación por delante del Real Madrid y del F.C. Barcelona. Sobre Munúa pende la etiqueta que le convierte en el arquero menos goleado de la categoría y el grupo mantiene la condición de invicto. El Levante prolonga durante seis semanas un continuado idilio con el signo de la victoria. Es incuestionable que hay que comenzar a descartar la suerte o la buenaventura como únicas claves explicativas para fundamentar este excelso período, máxime si se escruta la intrahistoria de encuentros como el disputado sobre el césped de El Madrigal. La casualidad empieza a no existir.

El Levante difuminó a su oponente a la velocidad de los rayos que iluminaban el cielo de la localidad castellonense. Desde ese prisma, es todo un teórico y a los quince minutos ya le había golpeado con suma virulencia sumiéndole en el caos. El Villarreal únicamente se permitió debatir el estado de la cuestión, es decir la condición del partido, en los minutos iniciales del choque. Pronto, muy pronto, quedó muy claro que la escuadra amarilla iba a vivir una auténtica tortura sobre el tapiz. El juego interior, una especie de idea irrenunciable del conjunto local, se convirtió en una auténtica quimera. El Levante tuvo la capacidad de ir desnortando las estructuras del Villarreal hasta condenarlo a buscar las bandas y por ese espacio el grupo pierde peligrosidad convirtiéndose en un adversario más banal.

En ocasiones, los equipos se comportan sobre el campo como lo hacen fuera. Los jugadores son capaces de trasladar sus mejores virtudes al epicentro del fútbol. Es el caso del Levante. Es evidente que el bloque se siente seguro. Es un ejemplo de solidez y de colectividad en el reparto de los esfuerzos. Hay un trabajo descomunal y complicidad en cada acción, pero también hay espacio para sacar a relucir la calidad personal y global. Si algún componente destila el bloque es confianza. Y no existe mejor indicativo que la génesis del primer gol obtenido por Juanlu. La acción nació en las antípodas de la meta de Diego López. Nano recogió el balón, fintó con nobleza y salió con el esférico controlado. Su mirada no se nubló y encontró a Valdo.

El atacante tocó con la puntera de la bota lo suficiente para superar a su marcador e iniciar una diagonal mortífera hasta situarse en la parte derecha del ataque granota. Valdo conjugó la potencia de la carrera con un toque sutil hacia el costado izquierdo por donde apareció Juanlu para empalar y superar a Diego López. La jugada fue vertiginosa y veloz en su elaboración. Un arquetipo de magia con precisión y velocidad. Un contragolpe en toda regla gestado a partir de la ortodoxia; la contra perfecta que muere con el cuero acariciando las mallas. La acción permite alimentar la mirada dual del Levante. Hay dos horizontes en la mente de los jugadores azulgranas. Puede ser la metáfora de la resistencia impermeabilizando los dominios de Gustavo Munúa, pero se lanza con voracidad y decisión sobre la portería contraria. Cada salida aventuraba un problema adicional para la escuadra local.

El Levante multiplicaba sus efectivos en sus tareas ofensivas. Valdo, Barkero y Juanlu confeccionaron un partido de una exquisitez supina desde la mediapunta. Koné ofrecía lo mejor de su repertorio. El marfileño realizó un curso avanzado de potencia, templanza y sabiduría escondiendo el balón y decisión para encarar a su oponente. Con su habitual querencia para marchar al abrigo de la banda derecha gestó la jugada que concluiría con el segundo gol de Juanlu. En la reanudación, desafió a Gonzalo para armar la pierna y lograr la tercera diana de un partido superlativo y mayestático que sitúa al Levante como líder de la competición en Primera División.

VILLARREAL: Diego López; Zapata, Marchena (Marco Rubén, min. 47), Gonzalo, Catalá; Bruno, Borja Valero; Cani (Bordás, min. 60), De Guzmán, Hernán Pérez (Mario, min.60); Rossi.

LEVANTE: Munúa; Javi Venta, Ballesteros, Nano, Juanfran; Iborra, Xavi Torres (Farinos, min. 69); Valdo (Pedro López, min. 82), Barkero, Juanlu; Koné (Aranda, min. 85).

GOLES. 0-1, min. 16: Juanlu. 0-2, min. 43: Juanlu. 0-3, min. 58: Koné.

ÁRBITRO: Delgado Ferreiro (C. Vasco). Amonestó a Marco Rubén (min. 72) y a Rossi (min. 75), por parte del Villarreal; y a Xavi Torres (min. 22), por el Levante.


Fuente: Levante U.D.



lunes, 17 de octubre de 2011

Suma y sigue.

Es evidente que hay enfrentamientos, diseminados por el arco de la competición liguera, que resultan sorprendentes por la resolución que adquieren. El duelo entre el Levante y el Málaga estaba prácticamente sentenciado en apenas media hora de juego. En esa franja del total del tiempo establecido se habían sucedido sobre el césped infinidad de acontecimientos todos ellos relevantes y de sobresaliente interés para la sociedad que prepara desde el banquillo Juan Ignacio Martínez. Barkero había estrenado el marcador, con algo de fortuna, cerrando una contra diabólica. Minutos después Willy Caballero abandonó el terreno de juego tras cortar una colada de Koné valiéndose de las manos fuera de su hábitat natural. Y sin apenas tiempo material para caer en el victimismo, por el hecho de afrontar parte notable del partido en inferioridad, el Málaga asumía con estoicidad la segunda diana conquistada por Juanlu tras resolver un rebote que quedó inerte sobre el área pequeña de la meta malacitana. Juanlu, iluminado por el gol en el amanecer de la Liga, tocó con la punta de la bota lo suficiente para desviar el balón hacia el fondo de la red.


Quizás en ese punto de la confrontación lo más sorprendente parecía la pasmosa facilidad del Levante para borrar del mapa a un Málaga convertido en un miembro de facto de la aristocracia del fútbol español por mor del desembolso económico de los jeques, pero quizás lo sorprendente deje de ser sorprendente partiendo de los dígitos que maneja el emergente y lanzado Levante, sobrepasada la séptima jornada del campeonato de la regularidad. Cinco partidos encadenados trufados con el signo del triunfo, con una respuesta y una organización defensiva exquisita y un contragolpe brutal y mortífero capaz de agujerear la defensa más sólida no parece fruto de la simple buenaventura. No parece que nada quede al azar en el actual Levante. Los partidos están perfectamente estudiados y delimitados y los movimientos del colectivo surgen en total armonía. El Levante cree en lo que hace y lo transmite.

Y no existe mejor reflejo ni indicativo de esta tendencia que el análisis del primer gol. El balón fue de camiseta en camiseta azulgrana hasta que llegó a Juanlu. El interior vio por la mirilla del ojo cómo aparecía veloz por el costado izquierdo del ataque granota Juanfran. El lateral llegó hasta la cal de la línea de fondo y tras aclarar el estado de la cuestión conectó con Barkero. El latigazo del vasco entró en la meta de Caballero con suavidad tras chocar en un defensa foráneo. El Levante se desplegaba a una velocidad de vértigo. La escuadra de Orriols proponía una marcha muy superior al fútbol cansino que proponía el Málaga. En realidad los treinta minutos del nacimiento del encuentro condensaron lo más noticiable y lo menos reseñables del Levante y del Málaga. El cuadro local se echó atrás para salir con la velocidad de un rayo cada vez que entraba en contacto con el esférico.

Si algo demostró en esa fase del juego fue el absoluto dominio que mantiene en el interior de las dos áreas; el aspecto es determinante para negociar los partidos dada la importancia cuantificable de ese espacio físico del campo en el desarrollo de los duelos. La defensa granota trazó una línea sobre la meta de Munúa. De aquí nadie pasa parecía advertir Ballesteros, Nano o Venta y Juanfran por los flancos. El mensaje va calando como demuestran los tres goles encajados en siete duelos. Y de un Málaga con una nómina de atacantes superlativa apenas si hubo rastro. Van Nistelrroy, un futbolista aficionado a hacer fechorías en el coliseo de Orriols, se perdió en la inmensidad del Ciudad de Valencia. En las antípodas, es decir, en las cercanías de Caballero, el Levante se comportaba como un martillo pilón.


Cada aproximación era un padecimiento para Caballero y con posterioridad para Rubén. El meta suplente tuvo un estreno ciertamente luctuoso. Su primera acción consistió en recoger el cuero del fondo de las mallas. Después quedó aletargado y contempló con horror como Koné le robaba la cartera mara elevar el tercero de la tarde. El Levante, un equipo de la clase obrera de la Primera División, ha escogido el verde del terreno de juego para enviar mensajes. Si algo trasciende es la versión colectiva de su juego. El ecosistema azulgrana no se resquebrajó ante la ausencia de Xavi Torres. El mediocentro, uno de los baluartes del equipo en este febril amanecer, fue uno de los damnificados ante la visita del equipo que es propietario de sus derechos. Xavi Torres vio el partido desde la grada obligado por una cláusula que gravaba económicamente su alineación.

No obstante, surgió Farinós para ejercer de estratega y de arquitecto del juego azulgrana. La noticia es estupenda por su contenido. Farinós se encargó de las cuestiones más geométricas de la confrontación lanzando pases milimétricos en profundidad sobre las llegadas de Koné o Barkero. El asunto está en que Farinós afrontaba su primera incursión como titular después de superar una lesión que se prolongó en el tiempo. Quizás Farinós encarne el espíritu que transmite un equipo aguerrido, curtido en mil batallas en el balompié y orgulloso de seguir en la brecha disfrutando de la esencia del fútbol en el interior del rectángulo de juego.


Texto LUD, fotos valenciaimagen.net