lunes, 17 de octubre de 2011

Suma y sigue.

Es evidente que hay enfrentamientos, diseminados por el arco de la competición liguera, que resultan sorprendentes por la resolución que adquieren. El duelo entre el Levante y el Málaga estaba prácticamente sentenciado en apenas media hora de juego. En esa franja del total del tiempo establecido se habían sucedido sobre el césped infinidad de acontecimientos todos ellos relevantes y de sobresaliente interés para la sociedad que prepara desde el banquillo Juan Ignacio Martínez. Barkero había estrenado el marcador, con algo de fortuna, cerrando una contra diabólica. Minutos después Willy Caballero abandonó el terreno de juego tras cortar una colada de Koné valiéndose de las manos fuera de su hábitat natural. Y sin apenas tiempo material para caer en el victimismo, por el hecho de afrontar parte notable del partido en inferioridad, el Málaga asumía con estoicidad la segunda diana conquistada por Juanlu tras resolver un rebote que quedó inerte sobre el área pequeña de la meta malacitana. Juanlu, iluminado por el gol en el amanecer de la Liga, tocó con la punta de la bota lo suficiente para desviar el balón hacia el fondo de la red.


Quizás en ese punto de la confrontación lo más sorprendente parecía la pasmosa facilidad del Levante para borrar del mapa a un Málaga convertido en un miembro de facto de la aristocracia del fútbol español por mor del desembolso económico de los jeques, pero quizás lo sorprendente deje de ser sorprendente partiendo de los dígitos que maneja el emergente y lanzado Levante, sobrepasada la séptima jornada del campeonato de la regularidad. Cinco partidos encadenados trufados con el signo del triunfo, con una respuesta y una organización defensiva exquisita y un contragolpe brutal y mortífero capaz de agujerear la defensa más sólida no parece fruto de la simple buenaventura. No parece que nada quede al azar en el actual Levante. Los partidos están perfectamente estudiados y delimitados y los movimientos del colectivo surgen en total armonía. El Levante cree en lo que hace y lo transmite.

Y no existe mejor reflejo ni indicativo de esta tendencia que el análisis del primer gol. El balón fue de camiseta en camiseta azulgrana hasta que llegó a Juanlu. El interior vio por la mirilla del ojo cómo aparecía veloz por el costado izquierdo del ataque granota Juanfran. El lateral llegó hasta la cal de la línea de fondo y tras aclarar el estado de la cuestión conectó con Barkero. El latigazo del vasco entró en la meta de Caballero con suavidad tras chocar en un defensa foráneo. El Levante se desplegaba a una velocidad de vértigo. La escuadra de Orriols proponía una marcha muy superior al fútbol cansino que proponía el Málaga. En realidad los treinta minutos del nacimiento del encuentro condensaron lo más noticiable y lo menos reseñables del Levante y del Málaga. El cuadro local se echó atrás para salir con la velocidad de un rayo cada vez que entraba en contacto con el esférico.

Si algo demostró en esa fase del juego fue el absoluto dominio que mantiene en el interior de las dos áreas; el aspecto es determinante para negociar los partidos dada la importancia cuantificable de ese espacio físico del campo en el desarrollo de los duelos. La defensa granota trazó una línea sobre la meta de Munúa. De aquí nadie pasa parecía advertir Ballesteros, Nano o Venta y Juanfran por los flancos. El mensaje va calando como demuestran los tres goles encajados en siete duelos. Y de un Málaga con una nómina de atacantes superlativa apenas si hubo rastro. Van Nistelrroy, un futbolista aficionado a hacer fechorías en el coliseo de Orriols, se perdió en la inmensidad del Ciudad de Valencia. En las antípodas, es decir, en las cercanías de Caballero, el Levante se comportaba como un martillo pilón.


Cada aproximación era un padecimiento para Caballero y con posterioridad para Rubén. El meta suplente tuvo un estreno ciertamente luctuoso. Su primera acción consistió en recoger el cuero del fondo de las mallas. Después quedó aletargado y contempló con horror como Koné le robaba la cartera mara elevar el tercero de la tarde. El Levante, un equipo de la clase obrera de la Primera División, ha escogido el verde del terreno de juego para enviar mensajes. Si algo trasciende es la versión colectiva de su juego. El ecosistema azulgrana no se resquebrajó ante la ausencia de Xavi Torres. El mediocentro, uno de los baluartes del equipo en este febril amanecer, fue uno de los damnificados ante la visita del equipo que es propietario de sus derechos. Xavi Torres vio el partido desde la grada obligado por una cláusula que gravaba económicamente su alineación.

No obstante, surgió Farinós para ejercer de estratega y de arquitecto del juego azulgrana. La noticia es estupenda por su contenido. Farinós se encargó de las cuestiones más geométricas de la confrontación lanzando pases milimétricos en profundidad sobre las llegadas de Koné o Barkero. El asunto está en que Farinós afrontaba su primera incursión como titular después de superar una lesión que se prolongó en el tiempo. Quizás Farinós encarne el espíritu que transmite un equipo aguerrido, curtido en mil batallas en el balompié y orgulloso de seguir en la brecha disfrutando de la esencia del fútbol en el interior del rectángulo de juego.


Texto LUD, fotos valenciaimagen.net

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