lunes, 12 de septiembre de 2011

Del caos al rigor... en el Sardinero.

Los datos eran terroríficos a estas alturas de la competición si situaramos el eje de la cronología en los albores del curso anterior, contabilizando únicamente la disputa de las dos primeras jornadas, por más que el calendario actual avance sigilosamente hacia la cuarta semana de la competición liguera por mor de la huelga que paralizó el fútbol en el arranque del campeonato de la regularidad. El Levante del ejercicio 2010-2011 coleccionaba ocho goles en su expediente de goles encajados tras los encuentros frente al Sevilla, en el Estadio Ciudad de Valencia, que significó la apertura de la temporada, y al Getafe en el Coliseo Alfonso Pérez. El veredicto de la estadística era muy cruel por el aterrador significado de los números; el Levante sumaba un gol en su contra cada aproximadamente veintitrés minutos.

Con una media de cuatro goles era difícil afrontar el reto de la permanencia en la elite. Aunque un bloque en su máxima expresión se mide desde la globalidad, quizás el entramado defensivo personificara la desesperanza más absoluta por motivos más que obvios. Sus rostros sobre el campo reflejaban esta emoción. Un año más tarde la tendencia descrita es diametralmente opuesta. El Levante del amanecer de la Liga 2011-2012 en el marco de la Primera División ha obtenido dos puntos en sus compromisos inaugurales y ha mostrado una fortaleza defensiva encomiable y digna de enfatizar por la mayor parte de los analistas. Hay un condicionante adicional. Los ciento ochenta minutos iniciales se han desarrollado lejos de los dominios del Estadio Ciudad de Valencia, un aspecto que acentúa la rocosidad y la envergadura alcanzada por la retaguardia porque, a priori, parece que se le va a someter a una exigencia máxima..

El epicentro de los sucesos se situó en el Coliseo Alfonso Pérez y en los Campos de Sport de El Sardinero en Santander. El registro es inmaculado. Munúa únicamente ha hincado la rodilla en una ocasión en esta secuencia. Fue en Getafe en una acción colectiva que cerró con ímpetu Miku con un zapataza ganador que limó la escuadra del cancerbero de origen sudamericano. En tierras cántabras el meta uruguayo mantuvo la invulnerabilidad en torno a la portería, pero quizás haya un hecho de por sí más acentuable; las escasas ocasiones generadas por el Getafe y por las huestes que prepara Héctor Cúper en el cómputo general de las sendas confrontaciones materializadas. Las situaciones de mayor estrés por parte granota coincidieron con un par de indecisiones de la defensa.

Es evidente que no se trata de un hecho circunstancial. Es posible seguir el rastro de la columna vertebral de los integrantes de la defensa azulgrana. Desde ese prisma, es un grupo del todo reconocido. La campaña anterior sirve de espejo sobre el que proyectar sus figuras vinculadas a la elástica azulgrana. La línea de cuatro compuesta por Ballesteros y Nano, en el eje de la zaga, junto a Venta y Juanfran hizo fortuna con la inclusión de Del Horno y apariciones más puntuales de Héctor Rodas, Cerra y Robusté. Únicamente Cerra y Robusté se han descabalgado de este grupo al que se han sumado Cabral y Pedro López en el período estival. Si se escrutan los indicativos colectivos manejados por la escuadra blaugrana del curso 2010-2011, tampoco podría advertirse que se trate de una novedad absoluta la contundencia y el metódico orden defensivo exhibido el presente. En realidad hay una traslación.

Las cifras convergen con los datos manejados durante la segunda vuelta. Los diecinueve partidos contabilizados entre enero y mayo de 2011 se cerraron con la suma de veintidós goles en contra, si bien ocho dianas de esa cifra general, casi un tercio, llegaron en los duelos ante el Sevilla y Atlético de Madrid. En esa franja de la competición, el Levante solidificó la permanencia después sentir como la Primera División parecía devorar sus ilusiones. Estrechar los márgenes del gol fue fundamental en el éxito. Es evidente que el Levante de Juan Ignacio Martínez parte con una ventaja sustanciosa y adicional que redunda en la aspereza del clima defensivo propuesto que se traslada a cada uno de los partidos. Es una defensa de corte cenobítica.

Este equipo parece capacitado para manejar el tempo en esa faceta tan primordial del juego. Y convierte ese espacio en campo minado para sus adversarios. La experiencia parece un grado que conjuga con sus integrantes. Hay un conocimiento exhaustivo del medio y de las decisiones que hay que adoptar según el guión que marque el partido. Como una cascada ese aspecto redunda sobre la totalidad del bloque porque genera tranquilidad y confianza. Los dígitos vuelven a ser incuestionables. No llevan a engaño. Un gol en ciento ochenta minutos por las ocho puñaladas al corazón del año pasado. Únicamente se contabilizan dos duelos, pero hay sensaciones que generan creencias. Y el domingo llega el Real Madrid con Benzama y Cristiano como heraldos del gol; una prueba de exigencia supina.

LUD.

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