sábado, 3 de septiembre de 2011

El triunfo de la fe.

La colectivización en el engranaje funciona y cada futbolista se parte el pecho en cada una de las acciones disputadas durante los noventa minutos con una abnegación digna de acentuar como si cada balón que pasa por sus cercanías fuera el último por disputarse. Y en cierto sentido en un marco tan exigente como es la Primera División debe manejarse con esa determinación y firmeza. Es su principal baza para mantenerse en este ecosistema tan complejo y desgarrador. Nada mejor que conocer las carencias para amortizar cada virtud. El Levante de Juan Ignacio Martínez está programado para sufrir con estoicidad sobre el tapiz y para presentar una fortaleza mental supina que le permite revolverse cuando las circunstancias parecen conjugarse en su contra.

Esa condición le permitió regresar al partido cuando parecía que el Getafe había hallado la fórmula para anestesiar al bloque blaugrana. Es incuestionable que el encuentro cambió en torno al minuto sesenta con la aparición de Sarabia por el terreno de juego. Hasta esa fecha al duelo quizás le faltó algo de electricidad aunque el Levante en el primer acto y tras ganar confianza y autoestima, con un Barkero dinámico y sutil en el juego entre líneas, se presentó con cierta peligrosidad en las cercanías de la portería de Moyà. Al equipo de JIM, que fue adoptando una versión más aristada, le faltó temple en la ejecución final. El Levante propuso dos líneas de cuatro jugadores que trataban de cercar y ahogar la creación azulona con Barkero y Valdo mirando de cerca el arco de Moyá.

Ese planteamiento mutaba en ataque con la incorporación de Rubén y Pedro López por los costados izquierdo y derecho. Sin embargo, el ingreso del Internacional Sub’19 varió notablemente el paisaje del duelo. Sarabia no necesitó extraer el manual que caracteriza a su notable juego para conectar con Lacen. El balón acabó en las botas de Miku en el interior del área de Munúa. El latigazo, seco y contundente, que se sacó el atacante inhabilitó la reacción del arquero uruguayo. No tuvo tiempo material para oponer resistencia. No obstante, Juan Ignacio Martínez contaba con varios ases en la manga, que, en este caso, reposaban en el interior del banquillo. Si los técnicos tienen potestad para dar giros copernicanos a los partidos, habría que acentuar la visión periférica del preparador para virar el sentido que parecía adquirir el duelo tras la diana local.

La sagacidad del técnico en la readecuación de sus figuras sobre el pasto verde y la conexión malagueña posibilitaron el rescate de un punto repleto de condimentos para el grupo. La génesis del gol resume perfectamente la filosofía vital que propone y singulariza al Levante como equipo. Aranda persiguió un balón condenado a extraviarse ante la atenta mirada de Juanlu que fue tomando posiciones. La fe fue decisiva para obtener la igualada. Juanlu se perfiló con el cuero pegado a su pierna derecha y alojó el esférico en el palo largo de la meta de Moyà. Toda la rabia contenida del levantinismo afloró en una milésima de segundo. El gol simbolizaba el triunfo de la fe de un colectivo que confía ciegamente en sus prestaciones y se niega a claudicar.

GETAFE: Moyá; Miguel Torres, Cata Díaz, Lopo, Mané (Masilela, min. 17); Abdel (Sarabia, min.60), Lacen, Juan Rodríguez, Casquero (Güiza, min. 85), Pedro Ríos; Miku.

LEVANTE: Munúa; Juanfran, Nano, Ballesteros, Javi Venta; Iborra, Xavi Torres (Aranda, min. 76), Pedro López (El Zhar, min.71), Valdo, Barkero; Rubén Suárez (Juanlu, min. 59).

GOLES. 1-0, min. 62 Miku. 1-1, min. 77 Juanlu.

ÁRBITRO: Iglesias Villanueva (C. Gallego). Amonestó a J. Rodríguez (min. 39), Lopo (min. 45), Miguel Torres (min. 68), Lacen (min. 86), Sarabia (min. 91), por parte del Getafe y a Rubén Suárez (min. 44), Juanfran (min. 45), Barkero (min. 93).

LUD.



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